No requiere tanto

Tras varios meses y dos cajones llenos de herramientas y materiales de encuadernación puedo afirmar con conocimiento de causa que no es necesario gastar una fortuna para cultivar este arte, si lo que buscas es desarrollar una afición como cualquier otra sin profundizar demasiado en ella.

Como ya dije en otra publicación, cuanto más te adentres en este mundo más grande se hará la cuenta de gastos. ¿Es realmente necesario? Dependerá de tus intereses, pero si apenas estás comenzando o solo  quieres acometer proyectos sencillos la respuesta es no, casi me atrevo a decir que puedes empezar con lo que ya tienes por casa.

Vamos a imaginar tres escenarios posibles: un cuaderno de notas, unos apuntes de la facultad y un libro con tus poemas, relatos o la novela de tus sueños.

Ahora, vamos a proponer tres soluciones de encuadernación sencillas, pero efectivas para todos y cada una de ellos: grapado, cosido (de hojas sueltas) y encolado. En esta simulación las tapas van a ser blandas, es decir, de cartulina enganchada al lomo (en realidad, su nombre correcto es «cubiertas»).

Sea cual fuere el tipo de encuadernación que elijas hay una serie de herramientas y materiales comunes a todas ellas, veámoslos.

Cacharreos varios

Al samarugo le hacía falta un lavado de cara. Tampoco era cuestión de liarse la manta a la cabeza, pues quiero —y esa era la idea original— un blog lo más sencillo posible para que no se me haga cuesta arriba mantenerlo.

Creo que en su día conseguí dar con una estética con la que me sigo identificando en parte y es que en todos estos años uno acaba por encariñarse con lo que tiene. Sin embargo, debo reconocer que ese primer diseño era muy espartano y no es que me apeteciera tirar de plantillas o aporrear código.

Pero he aquí que, trabajando en otro blog implementé algunas mejoras que —pensé— le vendrían ni que al pelo a este. Bendita serendipia. Son apenas cuatro retoques que no alteran la imagen tradicional, pero que —a mi parecer— hacen el blog más amigable.

Si ya has venido por aquí antes es posible que te hayas dado cuenta de que la cabecera del blog es diferente, aunque conserva la esencia de la imagen original, que el título tampoco es el mismo, que el menú no es exactamente igual, que el buscador y el formulario de correo son más llamativos y que ya no aparece el nombre de la etiqueta filtrada cuando pulsas en alguna de las secciones del blog. Incluso las fuentes de texto no se han librado de la purga. En definitiva, pequeños cambios que, sin alterar la estética vintage del blog, lo hacen menos vintage.

El cambio de nombre, de «Reflexiones de un samarugo» a «El blog del samarugo», obedece a la propia evolución del blog, que nació siendo un cuaderno literario y de pensamiento y se ha convertido en algo mucho más diverso con el pasar de los años. Lo que nunca va a cambiar es la mención al noble título de «samarugo» que en su día me otorgó l'oncle Roca y del que tan orgulloso me siento.

Nueve años de samarugos


Nueve años hace ya que el samarugo nada libre en esta charca. Nueve años, se dice pronto. Un 5 de mayo de 2015 no se me ocurrió nada mejor que meterme en este fregao. Pensaba que sería una moda efímera, una de las tantas que han pasado por delante de mis ojos, pero no, el samarugo vino para quedarse contra todo pronóstico. Me alegro de que haya sido así, estoy orgulloso de lo que he volcado en estas páginas, no hay nada en ellas de lo que me pueda avergonzar. De vez en cuando sé que alguien me lee y se molesta en dejar un comentario, cosa que agradezco enormemente. Este blog es solo mi ventana al mundo, a todo aquel que llegue por casualidad a este rincón extraño y ecléctico. Nueve años dan para mucho. Comenzó siendo un blog literario y en este momento es todo menos literario, que también. Pero es que uno tampoco es el mismo que era hace nueve años. La vida ha seguido su curso, esta charca mía se ha secado y vuelto a llenar, se ha embarrado y la han pisado cientos de veces… Pero aquí seguimos y eso es lo único que cuenta ahora.