Dejé de creer y de pensar
en el vocablo tiempo
cuando sentí que la eternidad
se resumía en un beso.
Quién sabe si es por eso
que cuento según mi pulso,
pues se mide por impulsos
cada contracción del universo.
¿No son los ojos y sus destellos
encendidos en su derroche
quienes iluminan la noche
como masas de gas y fuego?
Acaso unos labios en su celo,
la atracción de sendas bocas
¿no parecen supernovas
gravitando un hoyo negro?
No, querida, no hay un tiempo,
la inmensidad sólo sabe de espacio
y como es sabia mide en luz
lo que nosotros en años.
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