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Hace solo unos días una joven escritora me pidió que la aconsejara. Le contesté que el mejor consejo que podía darle era que no se fiara de los consejos. Un mal consejo en el peor de los momentos puede bloquear su futuro como escritora. Aun así me arriesgué: «no pidas opinión y si lo haces no te lo tomes como algo personal».
Una opinión es solo eso: una opinión, casi todas respetables, pero algunas están cargadas de mala leche. Estas hay que aprender a verlas venir e ignorarlas para que no hagan mella en nuestro ánimo. Por desgracia, este aprendizaje suele ser doloroso.
Dicho esto, insistió en conocer mi parecer y me permitió leer algunos de sus escritos. Tenían fuerza, mucha. Así se lo dije. También mostraban inexperiencia, tanto técnica como existencial. Así se lo dije también. La técnica se aprende, la experiencia de vida solo se adquiere con los años.
«Nunca dejes de escribir (si es lo que deseas realmente), ejercita algunas técnicas de escritura que encontrarás en buenos manuales, imita a los autores que admiras y poco a poco encontrarás tu voz. Que te resbalen las opiniones de los demás. Lee de todo y acerca de todo, lee como si fueran a prohibirlo mañana. Mastica cada segundo de tu tiempo: ama, ríe, sufre, disfruta, lucha... Vive».
Su mirada hablaba de tristeza y decepción. Me sentí responsable porque estoy convencido de que puede llegar a ser una buena escritora. Eso no se lo dije, debe descubrirlo por sí misma.
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