Foto: Pedro Figueras en Pixabay |
El escritor delimita la fina línea que separa la cordura de la locura con un número indeterminado de caracteres. Tal vez por eso muchos de ellos temen a las frases cortas y a los interlineados generosos. En este proceso, a medio camino entre lo creativo y lo onírico, la correción viene a ser la medicina de choque psiquiátrica, mientras que el editor no es más que un psicólogo de textos que hace preguntas y sugiere hacia dónde debe ir la historia. El paciente es el relato. El autor solo es un virus transmisor al que hay que atajar o contener.
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